Lo supe desde el momento en el que él recogía sus cosas,
siempre fue lo suficientemente ordenado como para sospechar inmediatamente de
su equipaje, además él viajaba constantemente, y yo era uno de sus puntos de
descanso, lo que realmente me hizo dudar
fue la manera en la que acomodaba sus libros, él y sus libros eran un sitio donde yo nunca debía interrumpir, a él le gustaba tener reglas, aunque nunca hablaba de ellas, no supe que sucedía
detrás de la puerta, su cuarto favorito siempre fue el del librero, cuando el me miraba el
tiempo se convertía en algodón de azúcar.
El sol se marchó esa misma noche, decidió que ya habían sido
suficientes mañanas y regreso a casa, las cosas nunca van en
su lugar, lo digo por aquello de lo de los libros, las miradas de despedida y cuentas chuecas, nunca le gusto jugar al malo, por eso no soporto irse sin sentir lastima, la culpa siempre conmueve, dejo nuestro libro favorito en la mesa,
lanzo el pretexto más idiota y se fue, ese día el sol dejo de mentirme.